We Are Who We Are / Somos quienes somos

 


La serie comienza con la llegada de una nueva comandante a una base estadounidense cerca de Venecia, Sarah Wilson (una notable y gélida Chloë Sevigny), acompañada de su esposa Maggie, también oficial (Alice Braga) y su hijo adolescente culto e impredecible Frazer (Jack Dylan Glazer). Esta familia se vinculará con la conformada por el oficial Richard Poythress (Kid Cudy), su esposa de origen senegalés Jenny (Faith Alabi) y sus dos hijos, en particular su hija Caitlin (Jordan Kristine Seamón). El curso coral de la historia se completa con otros adolescentes yanquis e italianos y el seductor secretario de la oficial Wilson, Jonathan (Tom Mercier).

WRWWR es muy diferente a las series que acostumbramos ver, ya que su director Luca Guadagnino nos brinda un relato de aliento cinematográfico dividido en capítulos o partes, algo así como una gran película con continuidad narrativa pero también con elipsis. Por otro lado, algunos de esos capítulos funcionan casi como mediometrajes autónomos.

El vínculo principal es el de Frazer y Caitlin y el de ellos al interior de sus familias y con sus amigos. Por otro lado, las relaciones entre los adultos también son interesantes.

La forma en que Guadagnino coloca la cámara, encuadra sus escenas y acompaña a sus personajes es inefable y admirable. La sensación de inmersión e inmediatez es total: como ejemplo temprano, basta ver cómo la cámara sigue a Frazer recién llegado a la base  (en una secuencia que me recordó al personaje de Fabrizio en al batalla de Waterloo en el comienzo de La cartuja de Parma de Stendhal). Claro que esto no excluye algunos recursos de estilo que se salen del naturalismo dominante. No esperen la típica estructura con cliffhanger final. Esta serie es otra cosa.

Las actuaciones son admirables, los diálogos breves, los silencios abundantes, la banda sonora ecléctica y, afortunadamente, no existe ninguna voz en off.

La base es retratada como una auténtico pueblo o barrio privado enclavado en Italia, con sus rutinas y cierta placidez burocrática. Las conductas y búsquedas adolescentes (la identidad, el amor, la pérdida, el ocio, el desarraigo, la relación con los padres) se exponen con hondura y naturalidad y con algunos rasgos sorprendentes, en el contexto de la campaña electoral de 2016 que llevaría a la presidencia a Donald Trump.

La serie presenta algunas escenas colectivas (ya las verá el espectador) verdaderamente antológicas. La mirada es absolutamente europea, profunda y delicada pero libre de mojigaterías y pudores.

En suma, We Are Who We Are, por su sensibilidad europea, por sus actuaciones, por su puesta en escena cinematográfica, por su paleta de personajes, por su naturalidad, por su fluidez narrativa, por la forma en que constantemente rompe moldes con su fresca modernidad y por tantos otros atributos es sin duda una de las grandes series del 2020, lejos del artificio, del callejón rutinario, correcto y/o pretencioso y sin salida de tantas series estadounidenses.



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