El diablo a todas horas

 


La historia comienza con Willard Russell (Bill Skarsgard), un joven veterano de la Segunda Guerra que en los años 50 se casa. El matrimonio tiene un niño, Arvin y se instalan en un pequeño pueblo de West Virginia, aunque la familia de él es de Ohio. Luego la trama tendrá como hilo conductor a Arvin ya como joven (Tom Holland).

Este es apenas el comienzo de esta película de Antonio Campos basada en la novela de Donald Ray Pollock (cuya abusiva voz en off aparece a cada rato) que somete a sus criaturas a toda clase de infortunios: fatalismo religioso, abusos, enfermedades, pérdidas de seres queridos, duelos, bullying, violencia, muerte. 

El guión (y acaso la novela) entrelaza los destinos de los personajes de esta historia coral casi siempre de la peor manera posible, de tal modo que el daño es casi la única interacción esperable: uno se pregunta "Y ahora ¿qué le pasará/harán a éste/a?". Debo decir que esta coreografía en torno a la desgracia como único destino por momentos se ve tan forzada que deja de resultar cruel para tornarse cómica, comprometiendo la empatía del espectador y el verosímil de toda la historia.


Dado que es un relato coral, se presentan muchos personajes, tan forzada como hábilmente vinculados, pero en general se desarrollan poco, amén de cargar con la lente casi siempre puesta en el sufrimiento o el sadismo. Un poco como los de los hermanos Coen pero sin su humor.

La película tiene virtudes: en primer lugar, su notable elenco, que lleva con estoicismo la cruz (en todo sentido) de sus respectivos personajes, en particular Tom Holland y una notable Riley Keough, como la arrasada esposa del inquietante matrimonio Henderson.


En segundo lugar, está innegablemente bien filmada y mejora cuando abandona el terreno del drama (resentido por lo apuntado arriba) para internarse en el del thriller, un género que se lleva mejor con las convenciones y los maniqueísmos. Considero acertado el manejo de las líneas temporales, incluso cuando incursiona en el autospoiler para acentuar el fatalismo y ensombrecer más el relato. De todos modos (y tal vez sea algo personal mío con el recurso) el relato en off en muchos tramos subraya innecesariamente lo que estamos por ver.

Si el director hubiera optado por el registro melodramático en lugar de su realismo serio y "seco", la película habría resultado irónicamente más creíble y lograda.

En definitiva, una película arrastrada al borde del ridículo por su ensañamiento con sus personajes, salvada en parte por las virtudes de su gran elenco y sus incursiones en el thriller y a la que le habría venido bien un poco más de luz para tornar, por contraste, más creíbles sus oscuridades.

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