Lina de Lima
Lina es una mujer peruana, aún joven, que trabaja como empleada doméstica de una familia acomodada en Santiago de Chile. Separada, tiene un hijo preadolescente en Lima que vive con su madre. Entre sus tareas, se encuentran cuidar a la hija prepúber del matrimonio y supervisar la construcción de una piscina en una de sus propiedades. La encontramos en vísperas de su viaje a Lima para pasar las fiestas navideñas con su familia. Pero surgen complicaciones.
Lina de Lima es un relato cautivador, donde el personaje interpretado por Magaly Solier (en una interpretación estupenda) nos conquista desde el primer momento. Y no es que resulte entrañable o carismática por simpática sino por su manera de desenvolverse, por su devenir, por cómo afronta las frustraciones de relacionarse con sus seres queridos a distancia, por la manera en que se vincula con su cuerpo y con los hombres, por el camino emprendido, por lo que calla.
Y, porque en una acertadísima decisión de su directora, María Paz González, Lina nos relata sus estados de ánimo e introduce la cuota de melodrama en maravillosos números musicales con ritmos peruanos que va intercalando en el relato, revelando la diva que lleva adentro y que también despunta en otros pasajes de una película.
Más allá de las diferencias de época, resulta inevitable compararla con la Cleo de la película Roma, de Cuarón y, acaso, nos hallemos frente a una responsable pero resuelta anti-Roma.
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