El rey
Enrique (Hal) lleva una vida libertina alejado de la corte de su padre Enrique IV de Inglaterra, empeñado en conflictos con Escocia y Gales.
Pero una vez fallecido el rey, finalmente asciende al trono como Enrique V y asistimos a las intrigas palaciegas y decisiones políticas y militares que maneja y asume como rey.
Con un sustrato shakespeareano afortunadamente alejado de la teatralidad, la película funciona en ambos campos: con elocuentes diálogos y con espectaculares y realistas escenas de masas. Su ritmo es lento pero sostenido y elude el heroísmo.
Como siempre, Timothée Chalamet está muy bien como el joven rey, tanto en las escenas palaciegas como en aquéllas que requieren despliegue físico, secundado por Joel Edgerton como Falstaff (al comienzo una suerte de Sancho Panza), Sean Harris como William, su consejero, y un perturbador Robert Pattinson como el delfín de Francia.
La fotografía es muy buena y la banda sonora -si bien a veces sobreabunda- crea notables climas. Ni hablar de la reconstrucción de época (comienzos del siglo XV)
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